¿Cuáles son las razones por las que algunos niños mienten?

Algunos padres nos preguntan por qué los niños mienten buscando una explicación a ese comportamiento. Pero a esto, basándonos en nuestra experiencia como centro de educación infantil, siempre contestamos que “las mentiras” evolucionan según las etapas del  desarrollo cognitivo del niño y  que hay varias causas por las que el niño decide “mentir” a los padres.

¿Te interesa este tema para entender esta forma de proceder que tienen muchos niños en algún momento de su desarrollo? Hoy te lo contamos.

Comencemos por entender la evolución de su pensamiento

* Alrededor de los 2 años:

Si tenemos en cuenta el desarrollo cognitivo, es alrededor de los 2 años cuando un niño comienza a desarrollar el pensamiento simbólico y empieza a “pensar” y a entender el mundo que le rodea, basado en un pensamiento muy egocéntrico.

* Entre los 2 y los 7 años:

Sigue dominando el pensamiento simbólico y egocéntrico, en el que se mezcla la ficción y la realidad, lo que hace que, muchas veces, los niños relaten historias que no son reales, pero que ellos defienden con vehemencia porque confunden lo que es realidad con sus deseos de que esta sea como ellos la ven y sienten. Es la interpretación de lo que está sucediendo a su alrededor.  Ellos no tienen intención de “engañar” sino que la imaginación es más poderosa que lo que viven. Se inventan una realidad más acorde a lo que quieren que suceda y la defienden, pero sin intención de mentir a los demás.

* A partir de los 7 y hasta los 12 años:

El niño ya empieza a usar la mentira con intencionalidad, pero con unos argumentos bastante simples que se descubren fácilmente haciéndoles preguntas. Es el momento de preguntar por qué se ha inventado esa historia y cuál era el objetivo de contarla. Exponerle los hechos reales y preguntarle por qué decidió alterarlos y contar una historia falsa. En definitiva, es el momento de indagar por qué los niños mienten.

* Con 12 y 13 años:

Los niños ya son casi adolescentes y pueden manejar conceptos más abstractos, por lo que suelen mentir para evitar un castigo motivado por un comportamiento que no ha sido el correcto y, de esta manera, no se enfrentan al conflicto. La mentira (o más bien el engaño) es una herramienta para conseguir lo que desean en ese momento.

También es cierto que muchos niños inseguros podrían mentir o exagerar la realidad con historias poco creíbles por necesidad de ser aceptados y estimados por los demás.

Otras veces, niños competitivos a los que les cuesta afrontar sus limitaciones y diferencias con los demás, sienten la necesidad de quedar por encima. Les cuesta admitir sus errores y mienten para  no  asumirlos. Cuando sucede esto, los padres deben hablar con el niño y hacerle ver la importancia de otros valores como la honestidad consigo mismo, además de hacerle entender que  no se es mejor persona por carecer de ciertos atributos o capacidades que otros tienen  y él no: no se puede mentir para ocultar una limitación o un fracaso, nos tenemos que admitir tal como somos, sentirnos orgullosos de ser así y esforzarnos en mejorar en la medida posible.  

En otros momentos es porque los padres les ponen metas muy difíciles de conseguir con expectativas demasiado altas. Intentan no fallar a los padres y para ello, a veces, hay que ocultar la verdad. Temen perder el cariño y la admiración del adulto y mienten para recibir una valoración positiva de su actuación.

¿Qué hacer cuando los niños mienten sobre algo importante?

Cuando los niños mienten sobre algo grave, es importante encontrar la razón que hay detrás, hablándoles sin juzgar y con asertividad, al margen de que el castigo o la reprimenda por ello se debe de ajustar al nivel de la mentira para que asuma las consecuencias de su acto.

Pero lo que no debes hacer nunca es llamarle “mentiroso” pues hay que corregir su acción sin hacer juicios de valor sobre su persona. Esto le puede causar mucho dolor y su autoestima y seguridad quedan dañadas al demostrar que no confías en él.

¿Cómo educar a los niños para que no mientan?

Como siempre decimos, los padres son los ejemplos a seguir por los hijos y somos un referente constante en sus vidas. ¡Cuántas veces nos ven mentir para salvar una situación que nos cuesta enfrentar!

Cuando nos enfadamos porque los niños mienten, debemos hacer un ejercicio de autocrítica. A fin de cuentas, enseñamos a los niños a  mentir cuando les decimos “si llaman por teléfono, dile que no estoy” o cuando nos mostramos afectuosos con un vecino al que no podemos ni ver y del que hablamos mal delante de los pequeños. 

De todas estas acciones, los niños toman nota, interiorizan sin ser conscientes y luego nos mienten para salvar una situación que les incomoda porque así lo han visto en su entorno. 

Cuando el niño miente y se da cuenta que obtiene un resultado positivo, evitando la confrontación o la explicación de su comportamiento en una situación concreta, puede repetirla cada vez más hasta que se convierte en un hábito.

Es bastante habitual culpar a “otro” para evitar la riña o tener que justificar su acción y debemos enseñar el valor de la honestidad y el reconocimiento de sus actos. 

Cuando reconoce que ha sido él y acepta su mentira, debemos de aplaudir su conducta para sentirse bien consigo mismo. 

También se puede dar lo contrario como es adjudicarse una buena acción realizada por otro para recibir la valoración y el aplauso de su buen hacer. Hay que hablar mucho sobre la actitud sincera que se debe de dar asumiendo las limitaciones, respetando y valorando las habilidades de los demás.

Los padres (y los formadores) somos responsables de hacerles ver que esto no es lo correcto y es una buena oportunidad para hablar de los valores que queremos transmitir en nuestra familia. El valor de la sinceridad y la confianza en sí mismo, junto con la sencillez y la humildad, es el camino correcto para alcanzar una personalidad segura y feliz.

Hay que aplaudir y valorar cuando dicen la verdad para que vayan integrando que decir la verdad es algo bueno. Aunque les cueste admitirlo a pesar de las consecuencias derivadas de un comportamiento incorrecto, hay que valorar esa valentía y hacerle ver que ese es el camino idóneo para ser una buena  persona.

La comunicación diaria con los hijos es primordial para inculcarles unos valores  positivos  y para establecer una confianza mutua y que el hijo se sienta respetado y escuchado en el relato de sus acciones. Cuando existe una comunicación franca y continuada desde que el joven es niño, es más difícil que este mienta a los padres.

Por tanto, hay que educarle en la honestidad, primero hacia uno mismo, aceptándose como es con sus limitaciones y capacidades y estando orgulloso de su ser. Y luego siendo honesto con los demás, sin mentir ni hacer trampas (engañar) en beneficio propio.

Muchos padres aplauden el hacer trampas porque lo consideran un signo de inteligencia y picardía y no se dan cuenta que el niño va a valorar más el resultado y la victoria que el placer de la actividad. Estos niños  tienen baja autoestima y se tienen que apoyar en las trampas y mentiras para obtener resultados satisfactorios. Estas trampas las generalizan en su comportamiento y las hacen extensivas a otros campos como, por ejemplo, copiar en los exámenes, atribuirse un trabajo que no ha realizado él, dar una imagen diferente a sus padres mintiendo sobre actividades, amistades, viajes…y un largo etcétera  que todos conocemos.

Todos tenemos un instinto competitivo a la hora de realizar un deporte o un juego que nos impulsa a sentirnos bien cuando ganamos a los demás y tenemos una “ tendencia” a hacer trampas para conseguir salir victorioso. Por eso, debemos ayudar  al niño a valorar la honestidad por encima de los resultados. 

Es algo en lo que trabajamos mucho en Escuelas Jauja, uno de los colegios privados en Majadahonda en el que puedes matricular a tus hijos pequeños en edad escolar infantil. Nuestro modelo educativo está orientado a conseguir que los niños se desarrollen adecuadamente para tener un desempeño funcional y correcto en su vida adulta.

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