Continuamente estamos oyendo hablar de la importancia que tiene la educación emocional en los más pequeños para garantizarles una vida adulta más plena y saludable. Y aunque se debería poner en valor la importancia de las emociones en cualquier momento de la vida, comenzar haciéndolo desde la niñez es realmente positivo.
¿Quieres saber por qué se debe y cómo se puede trabajar la educación emocional en la infancia? Pues te lo contamos a continuación en estas líneas.
¿Qué se considera educación emocional?
La educación emocional se define como la disciplina que enseña a percibir y expresar emociones, a asimilarlas en el pensamiento, a comprender qué las motiva y a gestionarlas adecuadamente, tanto con uno mismo/a como con los demás.
Es evidente que la inteligencia emocional se adquiere con cada experiencia de nuestra vida, pero especialmente en las etapas de desarrollo. De ahí que la infancia y la adolescencia sean momentos claves para aprender a regular las emociones y por eso es tan importante recibir en estos años una buena educación emocional.
No podemos olvidar que en la inteligencia emocional reside el futuro bienestar y gran parte del éxito personal, profesional y social de las personas. Educar las emociones nos va a permitir comprendernos mejor, entender mejor nuestras reacciones, comunicar mejor nuestros sentimientos y adaptarnos mejor a los diferentes momentos de la vida adulta. El objetivo de la educación emocional en la infancia es enseñar a los niños a:
- Ser conscientes de sus emociones y sentimientos.
- Ser capaces de identificar, comprender y verbalizar sus emociones.
- Desarrollar su empatía, autoestima y confianza en sí mismos.
- Desarrollar la comunicación asertiva y contar con habilidades sociales.
¿Con qué actividades se puede trabajar la educación emocional?
Como decíamos, identificar, comprender y expresar las emociones es crucial para el desarrollo de los niños y, sobre todo, para que se conviertan en adultos con un mejor bienestar emocional y puedan mantener relaciones personales más sanas.
Además de charlar mucho con ellos, existen una serie de juegos y actividades que pueden ayudar a potenciar aquellos aspectos que se deben trabajar en la educación emocional. Por ejemplo, el juego del espejo. En niños de 2 y 3 años, este juego está orientado a que los niños sepan identificar las diferentes emociones que experimentan los demás basándose en su gesto y en lo que dicen. Entender la diferencia entre estar triste y estar enfadado es un ejemplo de lo que pretende esta actividad.
También existen libros ilustrados en los que se hace especial hincapié en las emociones de los personajes, precisamente parar identificar los estados anímicos y familiarizarse con las distintas emociones que puede sentir una persona.
Los juegos de roles también son excelentes para practicar la expresión emocional, donde los niños actúan en diferentes situaciones y aprenden a comunicar cómo se sienten.
Finalmente, tampoco olvidamos que las actividades artísticas, como dibujar, pintar, bailar o tocar un instrumento, les permiten expresar sus emociones de forma creativa. Estas actividades no solo son divertidas, sino que también ayudan a los niños a comprender y manejar sus emociones de manera saludable. Muchos de ellos encontrarán una vía de expresión para reflejar cómo se sienten, lo que les preocupa o lo que les pasa por la cabeza.
En todo caso, es importante que los niños sean educados emocionalmente, y que sepan aprender desde pequeños a identificar y manejar sus emociones. Al margen de este aspecto, en nuestras escuelas infantiles en Majadahonda realizamos también un seguimiento psicológico a los niños como parte de nuestro proyecto educativo. ¿Quieres más información? Pues pásate a vernos si estás valorando centros educativos para el próximo curso académico.