¡Mamá mira, mira como lo hago, mamá mira!

Todos  los padres hemos pasado por la etapa en la que tenemos que atender constantemente a nuestros hijos por su insistente reclamo cuando nos dicen: ”papá/mamá mira como lo hago”. Necesitan recibir en todo momento nuestra aprobación y aplauso porque están construyendo su personalidad.

Una vez que han consolidado los progresos en las diferentes etapas de sus primeros años, hacia los 3 años empiezan a afianzar la identidad personal y  a ser conscientes de su persona como ser  único y diferente con una personalidad propia que tiene que ir conociendo.

Concluye pues un largo proceso llamado “ de individuación-separación”  que se inició hacia los seis meses , después de la etapa de simbiosis con la madre , y concluye más o menos a los tres años.

Posteriormente, como a los 4 años, comienza la de latencia, etapa más tranquila en cuanto a sentimientos encontrados y  que el niño dedica a conocerse a si mismo con sus cualidades, aptitudes y limitaciones; empieza a entrenarse como personas, a compararse con sus compañeros y familiares, a recibir elogios en áreas determinadas, comienza en definitiva  a ser competitivo, a afianzar sus habilidades, a pavonearse frente a los demás, esperando recibir elogios, aplausos y reconocimiento.  Tiene en cuenta la opinión que los demás tienen de él y que, en muchas ocasiones, no es similar a lo que recibe de su entorno familiar, en donde se le tiene muy valorado y tiene que ir aceptando sus capacidades, pero también sus limitaciones sin sentirlas como fracasos. A través de la relación con los demás, el niño interioriza lo que los otros piensan de él y eso es fundamental para forjarse su autoconcepto.

La actitud de los padres debe ser ecuánime en todo momento; ni sobrevalorarlo ni exigirle por encima de sus posibilidades.

Es fomentar una imagen real  adecuada a las potencialidades del niño.

Hay muchos padres que hagan lo que hagan, lo valoran en demasía y esta actitud  le impide reconocer sus habilidades y limitaciones, chocando con la percepción  que los demás le dan de si mismo.

Fomentar la autoestima es crear un sentimiento de seguridad y confianza en sus posibilidades, valorando sus logros y asimilando sus fracasos sin desanimarse. Éstos se deben vivir como acicate para esforzarse y medio de aprendizaje, nunca como error.”De los errores también se aprende”.

Es potenciar  sus habilidades sin sobre-exigencias que le deriven a un fracaso por no estar preparado para alcanzar el éxito. Hay muchos padres que les imponen un dintel de superación muy alto que los niños no pueden alcanzar. Esto es debido, en muchos casos, a que actualmente  tenemos pocos hijos y se les exige lo que ellos no pudieron realizar.

¡Cuántas personas hay que, antes de ser padres, ya tienen en mente a qué colegio le van a llevar, que deporte va a realizar, qué  idiomas va a adquirir y qué carrera universitaria va a estudiar sin saber cómo va a ser su hijo!

Son padres que fomentan un excesivo afán de competir que perjudica enormemente la personalidad del niño ya que no puede cumplir las expectativas de los padres. El niño tiene que competir consigo mismo, sin comparase a los demás, esforzarse a ser mejor en cada actuación, sin depender de la valoración o afecto que reciba de los demás. Se tiene que valorar y querer por lo que es, independientemente de lo que reciba de los demás.

Hay otros padres que  tienden a la sobreprotección, que limitan enormemente el deseo de explorar, impidiendo que  e niño se atreva a realizar acciones  para conocer sus posibilidades y esforzárse en hacerlo cada día mejor. Son los padres que se anteponen a sus deseos para satisfacerlos antes que  el  niño los proponga, allanándoles el camino para que no tropiecen y defendiéndole siempre ante sus compañeros de juego, sobrevalorando sus cualidades que, en muchos casos , no poseen y que, cuando se comparan con sus compañeros, se dan cuenta  que tienen una imagen de si mismo muy distorsionada de la realidad; es cuando se vienen abajo o se desaniman, al ser conscientes de la imagen distanciada de la realidad que sus padres le han transmitido.

Tener una buena autoestima es quererse y valorarse y no sucumbir ante los fracasos sino siempre admitirlos con un pensamiento positivo  “la próxima vez lo haré mejor”. Para ello, nada mejor que trabajar desde que es pequeño  la tolerancia a la frustración  para encajar  los “NOES”  ante ciertos deseos, aceptar que no se puede tener todo lo que se desea, respetando a los demás y compartiendo  el cariño y la dedicación  que recibe de las personas con las que convive así como materiales, juguetes y espacios.

Tolerancia a la frustración es esperar a ser atendido, es aceptar un lugar en la familia con sus derechos y obligaciones, es aceptar que unas veces se gana y otras se pierde y que no pasa nada cuando no se consigue lo que se anhela es, en definitiva, ayudarle a construir una personalidad fuerte ante las adversidades y darle herramientas y estrategias para ser feliz admitiéndose y valorándose a si mismo.