Los juegos de aparecer y desaparecer son primordial en el desarrollo integral del niño.

Al nacer, el niño tiene la capacidad innata de establecer un vínculo con la madre. Esta se ha preparado durante el embarazo para recibir a ese niño y entablar una relación estrecha, llamada “simbiótica”, fundamental para el desarrollo emocional y cognitivo del bebé. En este periodo es la madre quien se identifica con las necesidades básicas que tiene el niño, ser frágil y dependiente de sus cuidados, para sobrevivir.

A partir del sexto mes, más o menos, el niño empieza  a diferenciarse de la madre y a darse cuenta que él es un ser diferenciado de ella. Y aquí es cuando culturalmente, y sin saberlo, comenzamos a desarrollar juegos, en el momento justo de su maduración física y cognitiva, que van a favorecer la diferenciación y el desarrollo del niño.

Anteriormente, el bebé está pegado a la madre y depende de ella para satisfacer todas sus necesidades pero, en el estadio de diferenciación, ya se puede ir separando. Esta separación le produce angustia o ansiedad y estos juegos le ayudan a controlarla. En estos momentos empiezan a experimentar dos sentimientos ambivalentes, por un lado deseo de diferenciarse de la madre y abrirse a otras relaciones  por otro miedo y ansiedad ante la  separación. En nuestro colegio de Villanueva del Pardillo, reconocemos la importancia de una adecuada socialización de los niños.

Aparecen los juegos de aparecer-desaparecer y  de esconder objetos o así mismo.

La importancia de los juegos de aparecer y desaparecer.

A los 4 o 5 meses, el niño empieza a adquirir el control del movimiento y la coordinación óculo- manual y es cuando le ofrecemos el sonajero que sacude, chupa, muerde y agita. Él va controlando el acto de  aparecer- desaparecer el sonido cuando lo agita o deja de hacerlo. No se lo entregamos antes y se lo damos cuando él empieza a desplazar su interés hacia los objetos y favorece este proceso de separación.

En esta etapa también aparece el “juego del cucu-tras” o de  “las escondidas”. Es la primera actividad lúdica y en el que elabora la angustia que le produce la separación con su madre. La madre tapa su cara con una sábana y el niño permanece absorto esperando a que se la quite para volver a ver su rostro sonriente siendo la respuesta del niño de júbilo y emoción  al ver  aparecer el rostro materno. Es un juego del que nunca se cansan y siempre es la misma respuesta de alegría con risas por ambos lados.

Un poco más tarde es el propio niño el que coge la sábana y se tapa la cara, luego aparece descubriendo su rostro acompañado de una gran sonrisa. Es cuando aparecen los juegos con su propio cuerpo, descubre sus piernas, pies y manos y es el primer juguete con el que se entretiene por largos periodos de tiempo.

Otro juego en el que empezamos a diferenciar nuestro cuerpo con el del bebé es el “aserrín-aserrán”. El cuerpo se separa de la madre balanceándose hacia atrás y vuelven a juntarse acompañado con el ritmo de  una canción.

Reacciones que evidencian el proceso de diferenciación y el desarrollo del niño.

Aparece el objeto transicional.

Es la etapa en la que madurativamente el niño va descubriendo los objetos que hay a su alrededor y va desplazando el interés puesto exclusivamente en la madre hacia los objetos. Es  cuando el niño elige uno en especial como sustituto de la madre cuando esta se ausenta. Es el objeto transicional  que surge en la etapa de  diferenciación y que cumple un papel tranquilizador cuando se separa de la madre. Lo utiliza para poderse separar de ella.

Para que se produzca este desplazamiento es necesario que haya un paralelismo entre el desarrollo emocional y el cognitivo del niño. Cada etapa se va haciendo en el momento adecuado por eso, un fracaso en el desarrollo cognitivo produce un fracaso en el desarrollo emocional y viceversa, una alteración en el desarrollo emocional produce una alteración en  el desarrollo cognitivo.

Cuando el niño está tumbado en la cuna o en el suelo antes de los 6 meses, la madre es la que activamente se acerca y se distancia: el niño ve a la madre cuando aparece y mira al niño con una sonrisa diciéndole unas palabras cariñosas, y luego se aleja.

Alrededor de los 6 meses podemos ver un gran avance en el desarrollo motor y cognitivo. El niño puede controlar sus movimientos y la coordinación óculo-manual se hace más fina y precisa, ya puede estar sentado primero apoyado en almohadones y después solo  y su campo visual se amplía, alcanzando los objetos que tiene a su alrededor y manteniendo el equilibrio. Ve como la madre se aleja y se acerca y el niño se da cuenta que es un ser diferenciado de la madre: se inicia el proceso de diferenciación.

Antes de los 8 meses, un objeto existe cuando está presente pero, cuando desaparece de su campo visual, deja de existir. Él ve acercarse y alejarse a la madre así como los objetos y entre los 8 a los 10 meses es cuando jugamos con él a esconder debajo de una sábana un objeto y él es capaz de tirar de la sábana para encontrarse con el objeto. Sabe que no ha dejado de existir y lo busca por donde ha desaparecido. Si no lo encuentra en ese sitio, no lo busca. Se inicia la permanencia del objeto; el objeto existe aunque no lo vea.  Este proceso culmina a los 16 o 18 meses cuando ya puede “imaginar” la trayectoria del objeto cuando ha desaparecido y va a buscarlo.

Lo mismo pasa con la madre, cuando se aleja de su hijo, va a buscarla porque sabe que está en otro sitio. Ya no es la madre la que aleja o se acerca, es el niño el que se desplaza para encontrarla.

Lanzar la pelota

En estos momentos es cuando jugamos con el niño con la pelota o el coche. Se distancia y se acerca impulsado por el niño y puede encontrarlo aunque se oculte debajo de un sillón.

También jugamos con él ofreciéndole juguetes u objetos que tira esperando a que la madre los recoja y se los dé. Tiene la misma finalidad: elaborar y comprobar que desaparecen  de su vista cuando los tira pero vuelven a aparecer. Los padres le recriminan: “pero bueno, ¿para qué los tiras y los vuelves a reclamar?”. Primero no miran donde han caído y no lo buscan (han desaparecido, dejan de existir)  después, miran al suelo para saber dónde están (permanencia de  objeto).

Meter y sacar objetos

Conforme el niño va alcanzando un mayor desarrollo psicomotor, un juego de aparecer-desaparecer al que se dedican incansablemente es el  juego de meter y sacar objetos en su recipiente, los mete y desaparecen y vuelca el recipiente y aparecen los objetos. Cuando el adulto ha terminado de recoger todos los juguetes en su caja, el niño lo vacía  con gran alegría y sorpresa en su rostro. Este mismo tipo de juego es introducir piezas pequeñas por un agujero de un contenedor más grande y luego volcarlo para dispersar todas las piezas.

También les gusta esconderse dentro de una caja grande o detrás de las cortinas o debajo de una cama pues está elaborando la separación, juegos todos de aparecer-desaparecer para controlar la ansiedad de pérdida o separación.

Los juegos con pelota son primordiales ya que el niño observa cómo se aleja al lanzarla y va en su busca, encontrándola con un gran gesto de sorpresa y alegría. ¡La he encontrado! Son juegos donde se va consolidando la permanencia del objeto.

El papel del padre en el desarrollo del niño y su proceso de diferenciación.

Cuando se inicia el proceso de diferenciación, la intervención del padre  es fundamental para favorecer esta separación con la madre.

Anteriormente, el padre mantiene idéntica relación que la que establece la madre, lo alimenta, lo coge, le habla, le mece…etc. Pero cuando el desarrollo del niño lo permite, el padre establece una relación diferente con el hijo más física, pues no lo ve tan frágil y lo zarandea, lo agita, lo sube y baja, hace el avión… Esto ayuda a separar a la madre del hijo y a establecer una relación con el hijo diferente a la que mantiene con la madre y recupera a esta como pareja, separándola del hijo, sacándola de la relación simbiótica que tiene con el niño.

Es primordial la disposición  de la madre para introducir estos juegos con su bebé. Existen madres que tienen serias dificultades para separarse de su hijo pues se han quedado enganchadas  en una relación simbiótica donde se dan graves patologías ya que no hay diferenciación. Se deteriora también la relación de pareja al no dar cabida al padre para poderse relacionar con su hijo además de negar la relación de pareja entre ellos.

En nuestra escuela infantil de Villanueva del Pardillo, reconocemos la importancia de una adecuada socialización de los niños. A diferencia de algunos casos, donde se dificulta la adaptación, fomentamos un entorno en el que los niños pueden relacionarse con educadoras, compañeros y objetos de manera enriquecedora. Así, les brindamos la oportunidad de explorar un mundo lleno de posibilidades, riquezas y afectos que les ayudarán a desarrollarse como adultos independientes. Es fundamental que los padres, incluyendo aquellos que optan por colegios privados en Majadahonda, apoyen este proceso, permitiendo a sus hijos diferenciarse y adquirir su propia identidad.

Tiene que darse una separación física para que pueda haber una diferenciación psíquica y el niño se pueda separar. La relación del padre con su hijo servirá para que el niño vaya separándose de la madre.

Hacia los 3 años, cuando se da por finalizado el proceso de separación-individuación  y adquirido el pensamiento simbólico que le capacita para poder tener una imagen mental de la madre, la ansiedad de pérdida disminuye porque puede evocarla con el pensamiento.

 

Artículo escrito por Pelancha Gómez, directora de Jauja.