Como está influyendo la pandemia en los niños

Llevamos un año prisioneros por esta pandemia que todavía está lejos de ser controlada. Los niños han sido los más afectados al estar confinados durante 2 meses en casa sin salir ni ver a nadie y, a partir de mayo, con un horario  escaso y muy controlado para salir a tomar el sol y darse una vuelta con sus padres sin poder compartir su juego en los parques y, por supuesto, sin poder ir al colegio con sus compañeros.

Se les ha prohibido relacionarse con niños y niñas cuando en las primeras edades es primordial el contacto con los demás.

Les hemos privado de dar y recibir muestras afectivas como son los abrazos, achuchones y besos, el acercamiento físico y el poder compartir materiales y espacios, aspectos esenciales para su desarrollo cognitivo, social y afectivo.

Con la obligación de llevar las mascarillas, les privamos del lenguaje no verbal que, con nuestros gestos, comunicamos nuestros estados de ánimo y sentimientos. Los niños pequeños  entienden mejor el lenguaje no verbal, las acciones gestuales y las expresiones que lo que le podamos decir con las palabras.

Están aprendiendo a hablar y la pronunciación, gesticulación y articulación se aprende imitando a quien se dirige a él y la mascarilla impide esta imitación.

En las escuelas y colegios hemos tenido que separarlos en  grupos burbuja sin tener en cuenta lo que aporta la relación con otros niños de edades diferentes ya que unos aprenden de otros y los mayores son referentes a imitar por los más pequeños que logran conquistar retos por imitación de  los mayores.

Así mismo,  se han resentido mucho las relaciones sociales en el ámbito escolar con otros educadores  del centro y de amistades en el ámbito familiar con los que ya no se relaciona.

La relación con sus abuelos, primos, tíos y amistades más amplias, es vital ya que el niño/a necesita del afecto para sentirse contenido y seguro. No hay mejor plan propuesto que pasar una tarde con otras personas no convivientes para hacer feliz a un niño.

Las consecuencias las veremos en un futuro no muy lejano y, actualmente, ya hay niños y niñas que presentan ansiedad, miedo y depresión.

A esto hay que añadir la problemática familiar de cada hogar con la incertidumbre ante el trabajo que muchas personas están sufriendo y otras sin trabajo y con pocas perspectivas de encontrarlo próximamente. Este ambiente de ansiedad y miedo influye muy negativamente en los niños  pues éstos necesitan una estabilidad afectiva y segura para desarrollarse adecuadamente en todas las áreas.

Hay que respetar como los adultos gestionan el miedo ante el COVID-19 pero en muchas familias se ha instaurado el miedo y la inseguridad y esta actitud se polariza a todos los ámbitos de la vida. Los niños tienen miedo a relacionarse, a acercarse a cualquier persona, a tocar  objetos, a compartir el juego con otros niños e incluso a salir de casa pues se han acomodado en la seguridad que les da el hogar. Este sentimiento le va a perjudicar muy negativamente en el futuro que le espera en el que sufrirá  inseguridad y ambivalencia afectiva.

El confinamiento ha obligado a los niños de educación primaria y secundaria a relacionarse más asiduamente con el  ordenador para seguir las clases on line y el uso de los dispositivos tecnológicos ha conseguido hacer más adictos a los niños de éstos, sustituyendo las relaciones presenciales con los amigos a los que no puede ver, comunicándose  con ellos a través del móvil, tableta  u ordenador. Estos niños ya no conocerán el verdadero valor de la amistad que da la cercanía y el contacto con sus iguales y  solo sabrán  relacionarse  con artilugios tecnológicos que crean tanta adicción peligrosa.

Pero hay que ser positivos y mostrar esperanza en que algún día podamos controlar este virus y recuperar nuestra forma de relacionarnos cercana y afectuosa.

Aprovechemos el buen tiempo que nos brinda la primavera realizando actividades al aire libre con los niños, descubriendo todo lo que nos ofrece la Naturaleza, motivando a los niños a explorar el entorno, adquiriendo conocimientos y desarrollando todo el potencial motórico que nos da nuestro cuerpo. Tenemos que darle la posibilidad de descargar toda la acumulación de energía que tienen en estas primeras edades y, a la vez, creando una alta autoestima en sus posibilidades y logros para cimentar una personalidad segura, conquistando retos.

Correr, saltar, trepar, montar en bicicleta o en patines, explorar cuevas o escondrijos, levantar piedras para descubrir lo que hay debajo, jugar con la arena o la pelota, distinguir los frutos de los árboles, ver las flores con sus diferentes colores…y un sinfín de acciones divertidas y variadas, es la mejor forma de vencer el miedo en el que muchos están inmersos.

Los niños son felices dando un paseo por el campo, oyendo las respuestas a sus mil interrogantes o las historias que les contamos de nuestras experiencias de cuando éramos pequeños, rivalizando con sus padres en cuanto a proezas, sintiéndose orgullosos de éstas y adquiriendo seguridad en sus posibilidades.

No comprendo como muchas familias llevan a sus hijos a centros comerciales o a restaurantes cerrados, teniendo la posibilidad de estar en el campo relacionándose con niños y pasando un día maravilloso. Tumbarse en el suelo y comer un bocadillo es el mejor plan que les podemos ofrecer siempre, pero más en estos tiempos de pandemia.

En nuestras salidas debemos procurar ir a sitios donde no haya peligros para que se  sienta libre de movimientos. Si salimos a dar un paseo por la calle llena de gente, en la que  tiene que ir de la mano porque lo puede atropellar un coche,  no es un plan muy estimulante para él.

Muchos padres sienten la obligación de sacar al niño de paseo pero eligen “salidas” agradables para ellos pero aburridísimas para los niños como puede ser ir de compras o a tomarse algo en una terraza.

No hay que supeditar nuestra vida a los hijos pero sí tenerlos en cuenta a la hora de programar el ocio familiar. Siempre debe haber actividades pensadas para ellos y hacérselo ver para que se dé cuenta que, en otras ocasiones, tiene que ser complaciente con actividades que los padres desean hacer.

Un niño que ha disfrutado de actividades al aire libre, normalmente de mayor, será un joven que le guste disfrutar de la Naturaleza, llevar una vida sana, se dedicará a algún deporte  y tendrá amigos afines a sus gustos. Nosotros adultos tenemos que prever lo que será beneficioso para su vida posterior, no quedarnos solamente en lo que le gusta en el presente más inmediato.