Adaptación del niño a la escuela infantil

Ir por primera vez a la entrada de la escuela infantil supone un importante cambio en la vida del niño, supone una separación de su entorno familiar, pasar de una situación de privilegio que tenía en su casa a tener otro tipo de relaciones, de espacio, de trato.

Este cambio es un proceso, un camino en el que va elaborando la pérdida o ganancia que le supone la separación de su entorno familiar hasta llegar voluntariamente a una aceptación interna de esta separación y a disfrutar de todo el enriquecimiento que supone abrirse a nuevas experiencias.

Esto requiere tiempo y debemos respetar y aceptar el ritmo y los mecanismos que escoge el niño para adaptarse mejor.

Cada niño expresa en su comportamiento la mejor forma para adaptarse y se debe tener en cuenta para ayudarle en estos momentos difíciles para todos.

Hay que dejarle manifestar sus sentimientos y nunca evitarlos o taponarlos, ofreciéndole un marco de seguridad y seguridad y propiciando un vínculo afectivo con las educadoras, para que sea él, de forma voluntaria, el que vaya aceptando la situación. En estos momentos, el niño necesita una actitud confiada tranquila, esperando serenamente a que él vaya ganando seguridad con sus propias posibilidades y sin meterle prisa o ansiedad en su resolución.

No se le debe exigir una completa adaptación en todos los campos: que duerma bien, que coma bien, que no llore y que mantenga relación con sus compañeros.

El niño en este proceso puede tener cambios de comportamiento que el adulto debe tener en cuenta:

  • Lloran cuando la madre/padre lo dejan.
  • Alteraciones en la alimentación.
  • Alteraciones en el sueño.
  • Alteraciones en su relación con los padres: se suelen mostrar mucho más dependientes, controladores y exigentes, se pueden mostrar algo pasivos y pegados a sus papás y lloran cuando les dejas con otra persona aunque tenga mucha relación con ella. Se pueden poner enfermos pues su estado anímico hace que bajen las defensas y enferman.

Poco a poco, va estableciendo un vínculo afectivo con sus educadoras, va aceptando todas las ventajas que supone el integrarse a las actividades presentadas y con la rutina establecida, van adquiriendo la seguridad que necesitan para mostrarse felices.

NO SE LE DEBE EXIGIR UNA COMPLETA ADAPTACIÓN EN TODOS LOS CAMPOS: QUE DUERMA BIEN, QUE COMA BIEN, QUE NO LLORE Y QUE MANTENGA RELACIÓN CON SUS COMPAÑEROS.

Aunque seamos conscientes de la situación delicada, no debemos cambiar los hábitos que tenemos establecidos en casa como, por ejemplo, meterlos en nuestra cama cuando lloren por las noches, modificarles el horario establecido para cenas y sueño, mantener una actitud caprichosa ante la comida, cediendo a sus caprichos para que , al final, no coma nada… etc. Sabemos que lo está pasando mal, pero no debemos infringir las normas establecidas porque luego es muy difícil volverlas de retomar.

Hay que darles tiempo y no preocuparse de los posibles cambios que vayan teniendo pues es un proceso que tienen que realizar y un enriquecimiento en su maduración. Nosotros tenemos que tener presente que esta decisión es la más apropiada para ayudarle en su camino a la independencia y propia identidad.

La actitud de los padres es fundamental pues todos los sentimientos de culpa, dudas, inseguridades, desconfianza se transmiten a los hijos y los propios sentimientos de inseguridad del niño quedan confirmados por la actitud de los padres.

Deben mantener una actitud de confianza y seguridad para que el niño confíe y pueda abrirse a nuevas relaciones y experiencias.

Los papás deben dar a sus hijos la posibilidad de ampliar su mundo, ayudándole a separarse de ellos para encontrar su propia individualidad, dejando que crezcan, maduren y se hagan independientes.

Los padres deben mantener una relación de confianza hacia las educadoras y seguir sus consejos pues el objetivo principal para todos es ayudar al niño en la aceptación de esta situación nueva para él. Deben exponer cualquier duda que les surja y creer lo que ellas informan día a día en la recogida del hijo/a.

Cuando el niño viene tranquilo y se abraza a su educadora con una gran sonrisa, cuando participa gustoso en las actividades, cuando desea compartir los juguetes, el espacio, a su educadora con sus compañeros, acepta la comida y se relaja en la siesta…es cuando podemos decir que el niño está adaptado y que ha conseguido aceptar todas las ventajas y riquezas que obtiene al asistir a la escuela infantil.

Cada niño es único y diferente y nunca se debe comparar ni enjuiciar su actitud. Se le debe acompañar en el proceso que ha iniciado, respetando las herramientas y estrategias que escoge para adaptarse mejor. No hay que tener prisa y no hay que decirle:” no llores” porque estamos taponando sus sentimientos y, muy probablemente, consigamos una resignación no una adaptación. Algunos niños para no hacer sufrir a su madre al dejarlo llorando, dejan de llorar pero no participan ni se vinculan con la educadora ni intentan un acercamiento a sus compañeros de juegos.

HAY QUE DARLES TIEMPO Y NO PREOCUPARSE DE LOS POSIBLES CAMBIOS QUE VAYA TENIENDO PUES ES UN PROCESO QUE TIENEN QUE REALIZAR Y UN ENRIQUECIMIENTO EN SU MADURACIÓN.

Acompañemos a nuestro hijo sin exigencias y respetando su tiempo y modos para adaptarse. Para ello, nada mejor que presentar a la escuela como un sitio agradable donde va a jugar, divertirse y establecer fuertes lazos afectivos que propiciarán un sentimiento de seguridad y confianza.